Lo verdaderamente importante no es cómo nos vean, cómo nos veamos: sino cómo somos. Y eso, a pesar de todas las tempestades, debe quedar, incólume, en nosotros. Entonces se alcanza la fina amors de los trovadores.
A veces podemos dudar, sufrir o sentirnos inseguros. Es justo, en un mundo cambiante, en donde materia y energía son intercambiables. La vida nace de la incesante necesidad de tal trasvase. Pero aunque dudemos, temblemos, lloremos, incluso gritemos a veces sin que nadie nos oiga, la indefinible alegría de vivir está ahí, perenne, en nuestro corazón. Sí, aunque sea arrítmico, aunque a veces se queje palpitando sin control o dejándonos sin respiración. Está en el corazón.
-Qué pastelosa manera de hablar de los ataques de ansiedad...
-Ay Xènius, agonías, mira que eres revienta-líricas...y calla, que hace tiempo que no me da el yuyu.
-Toca madera, gafaza.
-Toco madera, toco...pero ya sabiendo que Newton era un empané, la cosa ya cambia...
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