
Bueno, delicatessen para degustar no es, pero verdadero polvo de oro para nuestras tierras sí. Es el estiércol de nuestras cabras, tamizado para dejarlo reducido a polvo. Es el resultado del proceso de digestión de la vegetación de la zona. Sin aditivos, sin nada más que vegetales transformados en los estómagos de nuestras rumiantes amigas. Bien, y también colaboran las gallinas con sus deposiciones. La verdad es que con este abono ya fertilizábamos la tierra del huerto de la urbanización, cuando teníamos solamente a Morita y a Chivita, y donde nació Peque...y allí, con una superficie más pequeña que la actual, obteníamos judías tiernas y tomates para consumo en fresco de temporada y para conserva de todo el año. ¡Incluso le vendíamos parte de la cosecha a nuestra vecina Dori! Así que seguimos persistiendo en el aporte de este polvillo de oro a nuestra tierra marciana: yo creo que este año, la cosecha va a ir muy pero que muy bien.
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