A veces, por eso, algo falla, y entonces se ahogan. Yo, siempre que puedo, salvo a los insectos de morir ahogados. Cuando los veo patalear indefensos, los saco rápidamente de esta trampa. Los pongo a buen recaudo, y veo cómo se recuperan: primero, salen de su aturdimiento; luego, empiezan a limpiarse las antenas con las patitas; continúan acicalándose las alas y el abdomen. Y al cabo de un ratito...flipppsss¡¡¡¡ se van volando.
Me gusta que los insectos vengan a beber a nuestra casita.
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