sábado, 31 de marzo de 2012

LAS BUENAS COSAS DEL AMOR

Yo, muchas veces, sin que él se de cuenta, le miro. Mientras trabaja, mientras se mueve, mientras camina. Entonces, me voy hacia él, y le abrazo.
Estoy orgullosa de él. Es un hombre valiente, fuerte, animoso. Desde que vivo con él, no me ha faltado jamás nada. Y esto que pienso, no dudo ni un momento en decírselo. Que me siento orgullosa de él, que es un ejemplo para mí de fortaleza, de ánimo, de empuje. Da igual si tenemos más o menos. Ver su energía es un gozo. Jamás nos hemos enfadado. Puedo explicárselo absolutamente todo: sé que solamente- ¡solamente!- encontraré comprensión.
Pocas cosas hay más hermosas que ver a un hombre enchirse de alegría cuando oye palabras así. El reconocimiento de su compañera. Es, además, hermoso físicamente. Aunque tal vez esto sea lo que menos importe.
-Eso de que el físico no importa no te lo crees ni harta de vino, petarda.
-Calla Xènius, que me rompes el lirismo del momento, leches.
Como iba diciendo, no importa que además sea hermoso por fuera. Ver cómo se crece ante mi reconocimiento, ante la exaltación de sus virtudes...no solamente le llena a él: me llena a mí. Bajo el sol equinoccial, entre los olivos, con el aire como testigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lirismo en forma de reflexión profunda y sincera que sale de un corazón agradecido y una mente despierta.

¡Bravo!