sábado, 5 de noviembre de 2011

EL SUEÑO DE ALEJANDRIA

Terenci Moix era un ser sublime. En los tiempos en que en la televisión hacían programas culturales, él presentaba uno dedicado a la literatura. Era un oasis...
Ese hombre menudo, de pelo rizado, con esa mirada pícara, la sonrisa malvada-infantil, que denotaba un ser que, aún encerrando mil y una posibles perversiones del cuerpo y del alma (no sólo posibles, sino seguramente probables) era sin embargo la ternura personificada.
Al menos era la impresión que me transmitía. No lo conocí en persona.
Sus libros son una delicia. Capaces de provocar, en el trancurso de una página, la risa más desaforada, y a continuación destilar una agonía suprema del alma.
Enfant terrible de la literatura catalana, amando hasta el éxtasis al antiguo Egipto, las frases que teje en sus libros son infinitas brumas del alma. Mirad ésta: la pronuncia el jardinero Fedro Antomano, recuperado de los estragos que el desamor de Adonis ha provocado en su ser:

Madre tierra, concédeme la soledad porque es el único medio de no ser injusto y al mismo tiempo la seguridad de que los demás no lo serán conmigo.
Terenci Moix. El sueño de Alejandría.

SUBLIME, ETERNO, TERENCI. COMO TUS AMADAS PIRAMIDES.
.................................................................................................................................
Hay un saber arcano que dice: cuando pidas algo a los dioses, especifica bien, porque ellos pueden actuar de manera inexplicable: Amón el Oculto, el carnero del Nilo, ha salvado a Chivita, pero se ha llevado a una estrellita. Bueno, estará bien con Papá Carnero.

2 comentarios:

Nimbus dijo...

No llores más, niña. Ya pasó...

Robin dijo...

Ya pasó.