Jeremías López podría ser el nombre de cualquiera de los jóvenes o no tan jóvenes que se están manifestando durante estos días por diferentes lugares de las Españas. En este caso, Jeremías López va a ser un joven universitario. Y esta mañana, en la radio, he oído la lamentación más desgarradora que alguien puede ofrecer ante el panomara que se divisa desde cualquier atalaya de estas benditas tierras íberas.
Porque Jeremías ha puesto en su boca lo que yo una vez escribí aquí, hace tiempo: que la gente se ha dado cuenta que ser bueno no sirve de nada: de nada. Y el azar dirigido arrastra consigo a toda la buena gente.
Porque Jeremías ha dicho: nos dijeron que estudiáramos, que nos esforzáramos, que trabajásemos en ser buenos ciudadanos, buenas personas, que así podríamos formar una familia, tener trabajo, prosperar... y ahora nos dejan solos frente a un desierto. No tenemos futuro.
Jeremías López dice esto como sonriendo, como resignado. Pero yo le digo que no, que no se resigne. Que rete a la vida, al mundo, al universo. Retos: es lo único que el azar dirigido admite: el valor de saltarse las normas, de no seguir los caminos trillados. Ir contra corriente: y si además, Jeremías, pierdes esa bondad original, y te haces un poco, tan solo un poquito malo...
Jeremías, entonces, tal vez, triunfarás.
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