Las bayas rojas del lentisco, que crecen en racimillos, les encantan a las cabras. En cuanto ven uno de estos arbustos, resistentes a la sequedad de una manera admirable, se dirigen a él, y empiezan a comer las bayitas, cogiéndolas con los labios estirados. Si te sientas un rato, las ves disfrutar. Luego, como para compensar tanta fruta, se dirigen hacia las plantas agostadas, y empiezan a comer la paja y las secas semillas del pradillo.
Desde luego, a ellas no les faltará nunca la comida. ¡Qué grandes son nuestras amigas cabrunas!
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