No hay nada peor para un cuerpo humano que pasar de la virginal desnudez a los ropajes invernales. Todo molesta: el jersey, los pantalones, los calcetines...ah, qué agobio...
El sol ya va bastante bajo, y al mediodía apetece ponerse bajo él. Ay, qué gustito...
Las moscas se resisten a desaparecer: son pesaditas y cojoneras. Y cuando te pones al sol, te utilizan de plataforma calorífica. Si no quieres parecer un tarro de miel viviente, se impone la protección externa, y no en forma de cremas solares, precisamente.
Octubre. Mi mes favorito. Voy tarareando canciones, cantándolas a veces a pleno pulmón. Las montañas me devuelven el eco: parece que las hadas cantan conmigo. Los grisones cabecinegros han vuelto, y me llaman: chi-chi, chi-chi.
Aún vuelan mariposas, persiguiéndose, bailando en el aire. Son negras y anaranjadas. Y las de la col, un poco peñazos con las plantas, pero bellas igualmente.
Octubre eterno...
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