¡Ay, si se hubiera aparecido la Virgen...! Pero no, es Tanit, que está refugiándose del acoso de Troya, que quiere jugar con ella en todo momento, y claro, no la deja pastar. Así llevan bastante rato, aunque Tanit aprovecha para comer hojas del almendro. Desde luego, una cosa que no les falta a los animales es paciencia.
Al cabo de unos minutos, intercedemos para que Troya abandone la adoración y Tanit pueda bajar tranquilamente del almendro. Qué traviesos son...
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