EN BUSCA DE LAS HADAS

Esta madrugada he ido a buscar a las hadas.
A las seis de la mañana. Esta vez, el canto era más fuerte: se oía desde dentro de la casa.
He cogido la linterna, y me he ido hacia el bosque. Hay muchas hadas en el bosque...muchas. Sus voces son un coro hermosísimo.
Me meto entre la maleza. Me fijo en una sola de las voces: hay que localizar el origen. Me voy acercando...pero cuando llego al lugar de donde proviene...se calla, y otros ecos que salen alrededor parecen burlarse de mí...no, no es ahí, estamos aquí...
Sigo centrando la atención...no te despistes, o te perderás...me acerco a la vocecita...y cuando la tengo enfrente, se calla, y otras tantas cantan alrededor...estamos aquí...
Sigo adentrándome en el bosque. El cielo no se ve: no tengo referencias, me desoriento...subo un pequeño acantilado. Aquí se ve el cielo, sí, ahora sabré orientarme, ¿dónde está Orión? Pero no se ven las estrellas: una tenue claridad lechosa inunda el firmamento.
Y entonces, delante mío, aparece una voz: ven, estoy aquí...ven...

No puedo creerlo...está delante mío...sólo tengo que dar unos pasos, y la mano que me tiende, apenas una sombra, un suspiro...podré cogerla.
Miro hacia atrás, se oye un ruido...es Kira, la perra, que me ha seguido. Se acerca jadeante, asustada...
Y en ese momento, la visión desaparece. Se desvanece como un retazo de niebla.
Miro hacia abajo...un abismo se abre delante mío. Un acantilado de unos 20 metros de altura se ofrece ante mí. Si hubiera dado un sólo paso más...