Cuando en la urbanización donde vivíamos trabajábamos de jardineros, yo aprovechaba el estiércol de las gallinas y las cenizas de la estufa de leña para preparar un abono orgánico ecológico. Aún no teníamos las cabras, así que era sólo de gallinaza.
*La gallinaza es el estiércol más concentrado de todos los de origen animal. Es especialmente rico en nitrógeno, hasta 8 veces más que el de vaca, por ejemplo. Es también muy rico en cal, por lo que hay que tener cuidado al usarlo en terrenos calcáreos, según sea la naturaleza de los cultivos que queremos plantar. Se aconseja usar 0,5 Kg/metro cuadrado.
*La ceniza de leña aporta principalmente potasio. Según sea el material quemado, la riqueza puede oscilar entre un 5-10% de óxido de potasio, un 10% de calcio y un 4% de fósforo. El pH es alto, por lo tanto, cuidado con los suelos calcáreos. El potasio es un elemento que favorece la floración de las plantas, pero como todo, hay que ir con cuidado y no pasarnos: un exceso de potasio en el suelo bloquea la absorción de magnesio por parte del vegetal: recordemos que el magnesio es el centro de la molécula de clorofila, y por lo tanto, esencial para la fotosíntesis.
Las cenizas aportan también muchos oligoelementos, esos elementos químicos como el boro, el manganeso, el molibdeno...que los vegetales necesitan en ínfimas cantidades, pero que deben estar en el suelo.
Pues con la gallinaza y las cenizas, yo hacía la siguiente mezcla: 0,5 Kg de gallinaza + 60 gramos de cenizas por metro cuadrado de superficie de suelo a abonar. Bien mezclados, y luego pasado todo por un tamiz para dejar la mezcla reducida a un polvillo fino. Con esto abonaba los jardines, previamente regando la zona a abonar. Siempre teniendo en cuenta que las plantas que estuvieran en esos jardines fueran basófilas (amantes de los pH altos) o no les importara la alcalinidad de la tierra. No abonaba con la mezcla ni hortensias, ni rododendros, ni azaleas, ni otras plantas que fueran amantes de tierras ácidas.
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