Se ha acabado la lluvia, y el sol calentito se agradece sobre la piel. Se reanundan los trabajos en el exterior: continuamos construyendo la pared del corral con la argamasa; y recojemos guisantes y habas. Los guisantes están sabrosísimos, tan suaves y dulces, recien recolectados. Este es el fruto de nuestro esfuezo, de haber abonado la tierra, de haber regado, de haber cuidado las plantitas...Nuestro trabajo tiene una recompensa palpable, hermosa y sencilla, y no es necesario que nadie nos mande y nos obligue para que lo hagamos; no es necesario recibir dinero a cambio de nuestro trabajo, para que luego podamos comprar los alimentos que necesitamos: estos alimentos son el producto directo y amado de nuestro obrar. En fin, yo creo que mayor simplicidad es imposible: y mayor recompensa, tampoco.
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