Ayer, con unas lonchas de jamón de York y otras de queso que subió mi maridín del pueblo, hicimos unas deliciosas crepes crujientes. La masa, nuestra sencilla mezcla de harina, agua y especias. El secreto de que quede crujiente al máximo es dejarla muy muy fina, extendiéndola lo más posible con el rodillo. Y luego freirlas en aceite bien caliente.
Estos lujos asiáticos nos los permitimos a veces, cuando mi maridín recibe algún pequeño ingreso extra ayudando en trabajos del campo. Es la vida, muchachitos de Sherwood...
2 comentarios:
Buen provecho ,aun que estas horas este plato es historia ......se me acumula el trabajo...
Están buenísimas, y lo mejor es que se preparan en un tres i no res, o sea, en un momento...
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