Os voy a explicar la historia de nuestro reloj de pared.
Hace muchos años, cuando Josep y yo nos conocimos, empezamos a ir de excursión por los montes. En una de nuestras andanzas, tropezamos un día con una casa de payés que se conservaba en buen estado. No vivía nadie en ella...aparentemente. Entramos por una puerta lateral, que estaba abierta.
Dentro, todo era oscuridad. Además ya anochecía. Esperamos a que nuestros ojos se acostumbraran a la penumbra.
Toda la estancia estaba amueblada con enseres muy antiguos. Una vitrina con espejo, unos armarios, sillas de formas trabajadas...y un reloj de pared. Abrimos la portezuela de la tapa, y encontramos una tarjeta donde ponía la fecha de la compra, y la relojería de la que procedía. Todo, de 1941.
Pensamos en principio llevárnoslo, porque estaba lleno de polvo, y la carcoma empezaba a afectarlo. Pero tal vez había un propietario. Así que...decidimos dejar el reloj colgado en la pared. Y así lo hicimos, con gran pena por mi parte.
Pero...la cosa no quedó ahí. Porque empezamos a hacer averiguaciones.
Y resulta que en la antigua casona había vivido una abuelita, sola, aunque atendida por su hijo. Era ya muy viejita, y al final tuvieron que llevarla a una residencia, pues no quería abandonar su casona de ninguna manera, pero ya se había perdido dos veces en el monte, y no podía ser.
Y como suele suceder en estos casos, la abuelita murió al poco tiempo de estar en la residencia.
La casona estaba abandonada a su suerte.
Una mirada cómplice; no hace falta decir nada más, nos dijimos sin hablar...
Y ahora, el viejo reloj, que hubiese quedado sepultado bajo una pátina de polvo, olvidado para siempre...pues está con nosotros.
No funciona, pero ya lo arreglaremos, ya...
Hace muchos años, cuando Josep y yo nos conocimos, empezamos a ir de excursión por los montes. En una de nuestras andanzas, tropezamos un día con una casa de payés que se conservaba en buen estado. No vivía nadie en ella...aparentemente. Entramos por una puerta lateral, que estaba abierta.
Dentro, todo era oscuridad. Además ya anochecía. Esperamos a que nuestros ojos se acostumbraran a la penumbra.
Toda la estancia estaba amueblada con enseres muy antiguos. Una vitrina con espejo, unos armarios, sillas de formas trabajadas...y un reloj de pared. Abrimos la portezuela de la tapa, y encontramos una tarjeta donde ponía la fecha de la compra, y la relojería de la que procedía. Todo, de 1941.
Pensamos en principio llevárnoslo, porque estaba lleno de polvo, y la carcoma empezaba a afectarlo. Pero tal vez había un propietario. Así que...decidimos dejar el reloj colgado en la pared. Y así lo hicimos, con gran pena por mi parte.
Pero...la cosa no quedó ahí. Porque empezamos a hacer averiguaciones.
Y resulta que en la antigua casona había vivido una abuelita, sola, aunque atendida por su hijo. Era ya muy viejita, y al final tuvieron que llevarla a una residencia, pues no quería abandonar su casona de ninguna manera, pero ya se había perdido dos veces en el monte, y no podía ser.
Y como suele suceder en estos casos, la abuelita murió al poco tiempo de estar en la residencia.
La casona estaba abandonada a su suerte.
Una mirada cómplice; no hace falta decir nada más, nos dijimos sin hablar...
Y ahora, el viejo reloj, que hubiese quedado sepultado bajo una pátina de polvo, olvidado para siempre...pues está con nosotros.
No funciona, pero ya lo arreglaremos, ya...
3 comentarios:
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Precioso reloj !!!!!! Quien mejor para tener el reloj. Saludos empleando la dichosa url
Aunque no deja de ser un poco un robín o apropiación indebida, pero bueno, como soy Robin, todo queda en casa...se hubiera estropeado en la vieja casa, y aquí está bien cuidado.
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