EN EL CEMENTERIO

Bueno, se acaba el día de Todos los Santos. No ha habido panellets, ni boniatos ni castañas...pero ha habido una botella de cava para dos que me ha dejado en mi punto adecuado.
Esto me ha hecho recordar que hace justamente ahora tres años, en una noche como la de ayer, estaba yo linterna en ristre entrando en un cementerio.
Mi maridín era entrenador del FC Mediona. La gente del fútbol no conoce fechas ni calendario, y esa noche tocaba entreno. Yo siempre he acompañado a mi maridín a todos sus eventos deportivos, entrenos incluídos. Mayormente por dos causas:
1.-Llevaba los perros conmigo, y podían correr libremente por el campo de fútbol.
2.-Gozaba yo de un rato de solaz y esparcimiento observando deliciosas piernas masculinas y atributos varios.
Pero esa noche...esa noche decidí que ya había visto suficientes cachas. Me fui al coche, abrí la guantera, cogí la linterna y acompañada de Ursel, nuestra pastora alemana inteligentísima, -que murió hace un tiempo,- Boli y Gresca, allá que me voy al cementerio...sobre una colina. Noche nublada. Rayos en el horizonte y una inquietante brisa del sur...
La verja estaba abierta. Así que entramos. Primero los perros...pero no dicen nada, así que no hay nada que temer. El viento ha hecho que caigan ramos de flores, antiguos y resecos la mayoría. Vamos hacia el osario: pero no levanto la tapa. Tampoco hace falta, ya sabemos lo que hay.
Después de vagar un rato por los pasillos y respirar la inquietante atmósfera, nos vamos...y a la salida, a la derecha, una lápida brilla sobre las demás. El epitafio, de lo mejorcito que he visto nunca: HASTA PRONTO.
Muy gracioso, majete, muy gracioso...YUYU YUYU¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡