SOLEDAD (PARA DESASTRE).

Lo que viene a continuación tiene que leerse sin el menor atisbo de victimismo por mi parte. Ya no. Siempre he tenido claro que en esta aventura que hemos emprendido somos sólo él y yo. Cuando has nacido en el medio urbanita y manifiestas tu ilusión de irte a vivir al campo, nadie lo entiende. Y te quedas más solo que la una. Cuando alguien te pregunta ¿qué vas a hacer el fin de semana? y contestas que te vas a plantar patatas, todos huyen despavoridos. Como no vives en un pueblo, tampoco puedes establecer las relaciones sociales entre gente afín a tu modo de ver la vida. Y la familia no te apoya, intenta poner todas las trabas posibles para que no los dejes solos. Por eso alucino cuando veo que alguien lee lo que escribo, lo comenta; nos mandan paquetes con cosas, cartas, mails, o nos vienen a ver. Sí, ya sé que a veces nuestros proyectos parecen infantiloides, o cuanto menos cándidos. Pero sólo tenemos nuestros sueños: nada más, pero tampoco nada menos. Eso sí, la tribu hace tiempo que desapareció para mí...y a medida que vaya pasando el tiempo, sé que nos iremos perdiendo en el olvido, hundiéndonos en las nieblas como esas arcanas islas de la antigüedad, donde crecen las manzanas y vive el vellocino de oro...eternamente.