


Luego viene la parte más trabajosa: obtener la pulpa para luego exprimirla. Con el mazo no me parece que salga mucho zumo, así que pienso que como no va a ser mucha cantidad, rayaré las manzanas con el rallador de queso. Luego aprieto la pulpa con una mano de mortero, a través de un utensilio de cocina de esos que incluyen las picadoras. La ayuda de mi marido es esencial, tiene más fuerza y obtiene más zumo.
Para que os hagáis una idea, de 5,4 kilos de manzana han salido 2,5 litros de mosto de manzana. La pulpa restante se la hemos dado a las gallinas, que se la han comido con gran gusto.
Hemos pasado el mosto de manzana a través de un colador para eliminar los restos de pulpa más gruesos, y el zumo resultante está ahora reposando en esta jarra de barro, tapada con un trapo de cocina. Esperemos que las levaduras ambientales y las que pudiesen llevar las manzanas en la piel por su contacto con la tierra del huerto hagan su trabajo y se inicie la fermentación. Os seguiré informando del proceso.
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