Está la gente acogotadita perdida con el nuevo año: nunca había percibido tanta incertidumbre en las personas. Hablando claro: la gente tiene miedo. Las tertulias de la radio están repletas de malos augurios, y reclaman implicación, entrega y nuevos proyectos por parte de la juventud y la gente emprendedora...
Pues vamos bien. Porque resulta que mientras la capacidad de decisión y de legislación esté en manos de una élite política que hace y deshace a su antojo, esperando que el ciudadano-consumidor se limite a acatar sumisamente sus dictámenes, aquí no se puede hacer nada de nada.
¿Gente emprendedora? ¡Si todo son trabas, leyes absurdas, tasas, papeleo...¡ Evidentemente, se pretende que la riqueza y la capacidad de acción estén concentradas en manos de unos pocos, que acaparan el poder. Los demás, a callar y pagar.
Bueno, pues ahora vamos a pensar. Yo, por ejemplo, mientras cogía olivas, estaba pensando: imaginad un ecosistema maduro, un bosque de coníferas, grandes abetos. por ejemplo, que no ha sufrido alteración ninguna desde hace mucho tiempo. Pero en el cual sólo crecen estos árboles. Porque ellos, al crecer mucho, mucho, se han hecho tan grandes que no dejan pasar los rayos del sol, y no hay sotobosque. Tampoco pueden crecer los retoños de los árboles: no hay luz suficiente para permitir su desarrollo.
Toda la energía la acapara el gran bosque: para los demás, las migajas. Todo sigue igual, hasta que un día, hay una gran tormenta. Y cae un rayo. El bosque, lleno de ramas caídas muertas, que ningún hongo ni microorganismo ni insecto ha podido degradar, se incendia. Y no queda títere con cabeza. Cuando se ha quemado todo, no queda...nada.
Pues eso es lo que le pasa a la sociedad actual: unos cuantos individuos grandes acaparan todo: dinero, poder, capacidad de legislar. Y al resto que nos zurzan. Pero claro, si viene un gran cataclismo, pongamos una crisis económica...¡ah, entonces los pequeños han de ser los emprendedores, los autónomos del bosque, vaya.¡ Porque los grandes, anclados por sus raíces al poder, al territorio, a la riqueza, no quieren moverse...
No es por provocar revoluciones, pero tal vez es el momento de que caiga un rayo. Tal vez entonces, los pequeños retoños, los humildes, los jóvenes, podamos rebrotar y empezar de cero. Porque nuestro ecosistema está viejo, y ya es el momento de renovarlo...Si os fijáis, todo está ya hecho, todo está sobreexplotado. Todo lo sencillo está hecho ya; el que quiera medrar, tiene que liarse, tiene que complicarse la vida...
Por si acaso, yo le voy enseñando a Peque el número de la escalera, que los gitanillos van haciendo por esos pueblos de Dios. Ahora tengo que aprender a tocar el organillo...
Una última reflexión: el Imperio Romano cayó cuando se extendió tanto territorialmente que se complicó todo y necesitó una administración excesiva para gobernarlo. Y porque le estaban tocando ya demasiado los huevos a los germanos y otros pueblos bárbaros (los pequeños retoños). Cuidadín...
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