Mi marido ha pasado hoy un mal día. Le pregunto qué le pasa, pero no me lo quiere decir. Yo pienso que tiene que ver con la foto de ayer, esa en que salimos juntos para felicitaros el Año Nuevo. Le dió un pasmo cuando la vió, dice que se ve viejorro. Yo le he dicho que es por la barba, que la lleva desarreglada, y porque con la recogida de la oliva, como estamos los dos solos, pues ha perdido 4 kilos de peso. He decidido empezar a cebarlo otra vez, no sea que se me consuma. De momento ayer noche se comió una fabada, y hoy para comer, raviolis y tortitas mejicanas rellenas de samfaina y atún; para merendar, cuatro magdalenas y zumo de naranja. A ver si lo recupero.
También ha decidido recortarse la barba un poco. Luego ha tenido una idea interesante: dice que a lo mejor prueba a quitarse el bigote y dejarse la barba, tipo Amish.
Ahora, a la que iba a darle un pasmo era a mí: por Dios...
Bueno, si lo quisiera probar no pasa nada, porque en tres días eso ha crecido otra vez, y mira, para reirse un rato no estaba mal.
Y luego que se vaya a comprar al pueblo montado en un carrito tirado por una de las cabras y el sombrero de paja. Y mi Biblia bajo el brazo: ostras, si se me hubiera ocurrido antes, hacemos la inocentada ésta en el pueblo: sí, hermanos, en verdad os digo que vamos a fundar una comunidad Amish en la finca...ya se dirigen hacia aquí los hermanos de Connecticut y de Maryland...fijo que al alcalde le da un yuyu. O tal vez no: aquí son tolerantes e igual montan una capillita estilo Flanders de los Simpson y todo...
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