Esta noche, además de ser la de Año Nuevo, o quizá por eso, ha sido muy calentita. Pero calentita de temperatura ambiente. Bueno, y de la otra forma también. Resulta que estos últimos días no hace nada de frío. Al irnos a dormir ayer, cargamos la estufa con un buen taco de leña de pino.
A eso de las 6 de la mañana, me he despertado como si estuviera en una selva tropical. El termómetro marcaba 25 grados: sobraba la manta, la colcha y el pijama. Así que me he levantado para cerrar un poco el tiro de la estufa. En ese momento, he oído un ruido extraño en el corral: ay ay ay, a ver si estarán naciendo los bebés cabra...Rápidamente he salido, y claro, con las prisas, sólo he cogido la linterna, pero no las gafas. He iluminado la zona del corral donde había oido el ruido y...casi me da un pasmo. Una silueta como tumbada en el suelo, y de color blanco...por poco no salgo corriendo hacia Covadonga (ver Una historia de terror: la cabra blanca).
He vuelto corriendo dentro de casa, me he puesto las gafas (tampoco soy tan miope, son sólo 1,5 dioptrías) y he ido a ver lo que era...
Pues era una garrafa de plástico donde mi marido les pone el grano a las gallinas, que estaba movida de sitio, al lado de la puerta.
Vaya tela...
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