Nuestros movimientos de tierras están siendo supervisados por la jefa de equipo, que es Gresca, la Yorkshire. Aunque como véis, aquí hay muchos mirando y pocos trabajando. Toda la peñita nos rodea, interesadísimos en lo que estamos haciendo, pero nadie se digna echarnos una manita, o una pezuñita. Mi marido, con la carretilla, camina solitario con la tierra para proteger la base de los olivos.
Esta tarde hemos encontrado estos materiales que véis en la foto: fragmentos de utensilios de cerámica, un cacito de cerámica roto, un alambre, una lata de conservas. Bueno, al principio Howard Carter empezó así, hasta que encontró la tumba de Tutankamón. Y mira luego, que si máscaras mortuorias de oro, ajuares faraónicos...Por cierto, que la pieza que véis con forma de pitilín, seguro que si la encuentra algún afamado arqueólogo se enrolla diciendo que es un idolillo con forma fálica de adoración a la fecundidad. Es un pitorro de un botijo.
Bueno, seguiremos rebajando el montículo hasta dejar el muro visto. Ya veremos si encontramos Troya, como Schliemann. Por cierto, nuestra perra de colores se llama Troya en honor a este arqueólogo; bueno, no era arqueólogo, era un millonario prusiano que decidió irse a excavar porque sí. Con un par.
Howard Carter y su equipo de excavación egipcio encontraron la tumba de Tutankamón en 1922.
Heinrich Schliemann se empecinó en que Troya estaba donde decía Homero, y efectivamente, estaba allí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario