domingo, 8 de mayo de 2011

CABALLO DE TROYA(I)


Esta mañana ha amanecido estupenda. En todos los sentidos...Cuando estábamos desayunando, ha aparecido el diablillo verde.
-Hola Robin. Vienen a darte una buena sorpresa. Prepárate.
Acto seguido, aparece un coche por el camino. Es Patricio y su mujer, que vienen a saludarnos y...
-Tu marido nos ha dicho que tienes una ilusión enorme por un caballito. Pues te regalo el pony que tengo en la finca.
A punto de darme un síncope. Pero apelando a mi grado 33 de maestre, decido mantener la serenidad. Vamos al pueblo a buscar al pony. Ya me dejan la bolsita con sus utensilios de limpieza.
Y cuando llegamos a la finca de Patricio, debajo del árbol donde debiera estar el caballito...¡horror! ¡El diablillo rojo, riendo a mandíbula batiente, sosteniendo en su mano derecha el ronzal roto, balanceándolo con recochineo de una lado para otro!¿El pony se ha escapado!
-¡Hola giliRobin! ¿No pensarías que sería tan fácil, verdad?
En ese mismo momento he mirado al cielo, realizando unas inspiraciones abdominales, y he mantenido la serenidad que se supone me caracteriza. No he entrado en modo basilisco.
Nos hemos ido a buscar al caballito campo a través. Toda la mañana. Y ya cuando estaba a punto de empezar a jurar en arameo, me he parado debajo de un árbol; allí, mientras le hacía un corte de mangas al universo enterito, materia oscura incluída, se me ha aparecido un Buda sonriente y gordito, amabilísimo:
-Querida Robin, criaturita: ¿no habíamos quedado en el mail que me mandaste que ya no eras una buscadora, sino una trovadora? ¡Párate, mujer, y reposa!
Y riendo, se ha evaporado en dirección a Tortosa.
Así que le he dicho a mi marido: -Nene, vamos a casa, que es la hora de comer, y tengo hambre. Serenidad búdica. Es lo que tiene el grado 33.
(Continuará).

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