miércoles, 25 de mayo de 2011

DEMASIADO CALOR: EL HUERTO SE ACHICHARRA



En mi vida había visto un sol tan quemador como éste. Es imposible cultivar aquí ciertos vegetales: las judías tiernas de mata baja se queman. Resisten estoicamente las de Tolosa trepadoras de Otiñar. Los tomates aguantan, que por eso son andinos, acostumbrados a semejantes sinsabores. Los calabacines sufren; las calabazas se resienten, tumbando sus hojitas-parasol y desfalleciendo al mediodía. Sólo confío en los bubangos, con su tropical desafío a los elementos.

Ayer fuimos a buscar cerecitas silvestres. Hacía mucho, mucho sol, un sol horrible, tipo El Paso o Sonora. A medio camino, encontramos este cocún cubierto lleno de agua. Nos remojamos en él. Qué hermoso ejemplo de supervivencia: en la íntima sombra de su más escondido rincón, unos helechos crecen, agarrados a la umbría pared, prometiendo humedades primordiales.

Después de comer, me entró un dolor de cabeza insoportable. Y eso que iba con mi gorrito de paja, protector de neuronas recalentadas...

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