Sí, y no me refiero a los brazos del río que se unen en la ciudad de Jartúm, el Nilo Blanco y el Nilo Azul, para formar el Gran Nilo, o Nilón (pequeña broma). Hablo de los linos, de los cuales tenemos en estas tierras a dos hermosos representantes: ambos son del género Linum: el blanco es el Linum suffruticosum, y el azul es el Linum narbonense. Ambas plantas, cuando no tienen flores, son unas criaturas feúchas, que pasan desapercibidas entre otras de mejor porte y apariencia; digamos que es el típico matojo al que nadie hace caso. Pero, ¡ay amigos! Cuando florecen, hay que pararse a mirarlas. El lino blanco, especialmente, es de una flor delicadísima, que si la tocas, se deshace entre los dedos; se sueltan los petalillos en una lluvia de nieve. A mí me recuerdan las faldas de los derviches danzantes, parece que giran. Y antes de abrirse, los capullitos parecen velitas, de color amarillo...qué hermosa la flor de la planta fea.
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