Por ejemplo, ayer por la tarde llovió, y bastante. Yo ya sabía que iba a llover desde primera hora de la mañana, porque se notaba: primero, llevábamos dos días de viento de levante, después de otros tantos de poniente. El viento de poniente es seco, y el de levante lleva más humedad, por lo que se modifican las cargas eléctricas de la superficie de la piel. Estamos más tensos, más irritables. Cuando se aproxima un frente nuboso, la presión atmosférica va bajando paulatinamente; contra más activo es el frente, más rápido baja la presión, de manera que nuestro cuerpo va notando la diferencia más rápidamente; esto se traduce en una especie de extraño desasosiego, como de estar cabreado sin saber porqué, vamos. La sensación se incrementa si el frente es muy activo y lleva asociadas tormentas con importante aparato eléctrico. Si es así, a mí, particularmente, me entran también desazones intestinales: hablando claro, me cago de miedo, con perdón, porque los rayos me dan mucho susto. Y ya los percibo antes de que lleguen...me pongo malísima.
Es interesante prestar atención a nuestras sensaciones respecto al tiempo meteorológico, porque nos puede permitir preparar protecciones para determinados cultivos, cosa que hecha a tiempo, puede representar el salvar una pequeña cosecha.
En la foto, es tan difícil ver charcos en La Sisquella, que nos hemos ido a pasear para disfrutar de ellos...
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