Insistiré una y mil veces: para echarse al monte hay que conocerse mucho a uno mismo. Al o a los compañeros de aventuras también: pero es primordial conocerse a sí mismo. Si no es así, nos haremos daño a nosotros y a los demás. Vivir en el campo no es vivir en el desierto, estoy de acuerdo: pero no es lo mismo que vivir en un entorno urbano donde, si tienes un berrinche o una discusión, te vas a dar una vuelta a hablar con alguien, o al bar, o al centro cívico, o al psicólogo, o a hablar con un amigo...aquí, para hacer eso, tienes que desplazarte mucho...
No es necesario tampoco que la desavenencia sea debida a una discusión o a pareceres diferentes: a veces, en nuestro tranquilo lago interior, que está quieto y en paz, cae una piedrecita, que provoca esas ondas que vemos en las aguas quietas que se expanden desde el centro, y que aumentan su amplitud a medida que se acercan a la orilla. Hay que conocerse mucho a uno mismo para pensar, analizar, digerir, sin mover el lago interior del otro. Estamos juntos, pero cada uno es un mundo. La sincronía nunca es perfecta. Yo pienso, pero, ¿acaso no piensa el otro? ¿Y qué pensará? Yo a veces veo a mi hombre serio, interiorizando, igual que yo, experiencias: ¿qué tendrá dentro? Puedes preguntar: pero nadie tiene la obligación de abrirte por completo su alma. Nuestros pensamientos y sentimientos no son fijos: evolucionan como la tierra que nos rodea, vagarosos como las nieblas.
Cuidado con eso.
Vale la pena, de verdad, antes de echarse al monte de manera más o menos definitiva (aunque siempre se pueden retomar caminos, pero es costoso deshacer estas aventuras), vale la pena, decía, tomarse un tiempo para pensar, para aislarse; si tenemos una finca comprada, antes de trasladarnos definitivamente, pasemos largas temporadas de acampada, en vacaciones; bajo mínimos, para ver cómo vamos a responder frente a la nueva situación. Hablemos, sobre todo, hablemos con la o las personas que nos van a acompañar; no sólo al principio, sino continuamente, sin ser un brasas pero interesándose a menudo por los sentimientos, por los pensamientos, del otro. Es la mejor manera de evitar ver en los ojos la tristeza, la enorme melancolía del que se queda solo en el monte.
3 comentarios:
Aunque vivo más cerca de la ciudad, se muy bien de lo que hablas. Las soledades largas, y las dificultades, se soportan con amor, y admiración del otro. Re-conocer-se.
Compartir y respetar mucho los silencios de cada uno. La mayoría de discusiones suelen ser fútiles, nunca es tanto. Y hay que saber lo que nos une, que suele ser mucho. Y buscar espacios armoniosos que nos hagan tolerar y aceptar más al otro, qualquier otro en el fondo.
Esoterizando, que es gerundio, es la obra alquímica por excelencia. Sacar de la tierra del ser el oro filosofal, el brillo luminoso.
De las obras, la armonía y conjunción. Cada paso del proceso es un paso mas, y así los frutos del trabajo común nos mejoran, enriquecen. Sean los que sean.
Ánimo, la comunidad de filósofos rurales os reconocen. Tampoco somos tantos, ni tan pocos.
Bueno, gracias por el reconocimiento. Me siento querida, y eso, a estas alturas...es excelso, de verdad. Aunque esta noche, a ultimita hora, que es más de recogimiento, voy a explicarte una buena que me ha pasado hoy. Vale que el universo juegue un poquito con nosotros, pero lo de hoy ya ha sido el cachondeo total. Eso sí, como ya no soy buscadora, sino encontradora, me he parado, me he puesto a reir, y le he pegado un universal corte de mangas al Eterno que aún debe estar resonando por los espacios entre galaxias. Para ir haciendo boca, tiene que ver con mis ganas de tener un caballo, vórtices y Buda.Al loro que promete.
Muy buena exposición....cierto que conocerse uno mismo es importante..y en situaciones de soledad aun mas.....admiro tu fortaleza y valentia.Saludos
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