
Esto me lo como yo todos los días...chatinas...
Las berenjenas, como buenas solanáceas, aman el sol y el calor: el solanaje, vamos. Lo que os digo, camino de los trópicos...
Este pedazo de margaritón se llama Uricnium dalechampii. Es un miembro de la familia de las compuestas. Tiene varios nombres comunes, pero la verdad, como no me gusta ninguno de los que he leído, pues la voy a bautizar yo como más me guste: el floripondio.
Venga, no lo puedo dejar de comentar. Tenemos algunas plantitas de tabaco. Esta foto es de hace unos días, y la verdad, con los últimos calores, esta tropical planta ha crecido el doble. Si queréis que os diga la verdad, en vista de que con este clima que va virando sin remedio a la desertización los cultivos tradicionales se quedan achicharrados por más que riegues, vamos a pasar ya definitivamente al cultivo de especies tropicales. Estos tabaquitos están tan ricamente, haciendo grandes esas enormes hojas verdísimas. Me voy a plantear el tema de las palmeras datileras que al principio de los tiempos nos sugirió Mare-Renasci. No lo veo tan descabellado. Como el clima siga evolucionando así en unos años, tal vez puedan cultivarse chirimoyas, papayas, mangos, kiwis...


Bueno, el calorcillo aprieta y no tenemos piscina. Pero tenemos nuestros queridos cocuns...así que ni cortos ni perezosos, nos vamos con las cabras hacia nuestro cocún cubierto, a ver qué tal se está allí. Seguro que fresquitos.



Pues resulta que vamos a elaborar el elixir del Dragón Rojo, el licor de extracto de hierbas cuya receta nos proporcionó Joa de Ibiza (la receta está en una entrada anterior, con el título EL ELIXIR DEL DRAGON ROJO). Va a ser una adaptación a la zona, porque algunas hierbas que se usan en Ibiza no las tenemos por aquí; y además vamos a añadir algunas especias. Estas variaciones no tendrían más importancia que dar a nuestro licor un aroma y sabor diferenciado del licor ibicenco; pero...¿qué hacemos con el anís estrellado? 


Cuando se tienen animales, hay que tener en cuenta que los árboles corren mucho peligro. Especialmente cuando son pequeñitos y tienen este jugoso aspecto. Y nosotros necesitamos sí o sí tener sombra alrededor de la casa. Y ha habido que construir un corral...¡para los árboles! Es la única manera de que las cabritas no puedan acceder a los tiernos retoños. Este corral protege unos chopillos que plantamos, cogidos del barranco, y una higuera y un fresno que nos trajeron Adam y Mika en macetas. 


Siguiendo la tradición de nuestras noches de misterio cuando llega el fin de semana, os voy a contar una leyenda muy extendida en los Pirineos, pero seguro que también existe en otras tierras: son las gallinas de fuego...
El huerto va viento en popa, y ahora llega esa época en que los amantes de la horticultura empezamos a vagar por su alrededor, a primera hora de la mañana, recien levantados, para ver cómo están las plantas nada más salir el sol... 



A principios de año estaba yo intentando conseguir semillas del maíz primordial. Os recuerdo que pregunté a unos amigos mejicanos cuál era a su juicio el maíz más primitivo, y me contestaron que probablemente se trate de una variedad que se llama teocinte. Hice algunas gestiones para conseguir semillas, pero sin resultado.

Vigilando el huerto, para que los ratones no se coman nuestra cosecha...así está esta niña siamesa, hermosísima, sobre la malla que hace de cortavientos. Con los ojos azules, pero de un azul misterioso y frío, contempla lo que hacemos. Es cariñosa pero fría, como esas mujeres del norte que vuelven locos a los hombres del sur, rubias como el oro, esbeltas como juncos, con una sonrisa encantadora y labios rojos como el fuego...pero gélidas, capaces de provocar la caída y destrucción del macho ibérico, perdido ya para siempre en un mar de hielo azulado, en la indiferencia del amor que se sabe obtenido de antemano, y por lo tanto, más ajeno...como los ojos de la gata, que conoce su sublime belleza.
Esta planta tiene un nombre hermosísimo, tanto en castellano como en catalán: es la madreselva, la madre de la selva, el lligabosc, la que liga los bosques...su flor es muy hermosa, de extraña forma, y se dice de ella que algunas especies son capaces de causar la muerte si alguien las ingiere...las cabras se la comen. Es la Lonicera implexa, aunque podemos encontrar otros géneros en nuestros bosques.
Esta planta es una geraniácea que ya ha florecido y ha dado sus frutos. En algunos sitios se la llama cigüeñita o pic de cigonya; yo la llamo manostijeras, porque parecen unas manitas con los dedos acabados en extensiones algo amenazantes, pero luego si las miras bien, inofensivas. Hasta que la cápsula que envuelve la semilla se seca del todo, claro, porque luego la semillita se libera y se enreda en el pelo de mi caniche, formando un desagradable lío entre pelo y espina enrollada difícil de deshacer. Erodium ciconium.
Uy, qué despiste. Me había olvidado de enseñaros mi arbolito preferido: es una acacia de Constantinopla que ha pasado mil y una aventuras. La última el año pasado, cuando la pusimos en un bancal de arriba y al día siguiente la fuimos a ver: la había mutilado un jabalí. 

En Madrid hay un centro de investigación que está estudiando plantas candidatas para ser posibles colonizadoras de Marte. Pobres plantas, y pobre Marte...pero en fin, esa es otra historia. Si hubiera que llevar plantas allí, desde luego no he visto ninguna más adecuada que la Dispsácea Scabiosa stellata, la cardeta: cada rama está rematada por una agrupación de antenitas poligonales, todas formando una estructura mayor que si no es un complejo de recepción de señales, que me aspen.
Que me aspen si había visto nunca estas plantas: son rarísimas por esta zona y en la finca están en un bancal de arriba, solitas en este grupito: Blackstonia perfoliata, que en castellano se llama clora y en catalán lleva el épico nombre de centaura groga (amarilla). Es de la familia de las Gencianáceas.





Efectivamente, se trata de otra de esas expresiones de origen arcano que al menos para mí no tenía sentido hasta hace poco tiempo. La frase existe literalmente igual en catalán, tenir els collons pelats, con la salvedad de que en lugar de huevo se usa el equivalente catalán al cojón castellano. 

