Voy a chulear un poco de hombre...vereís...resulta que mi marido no tuvo en cuenta que ayer era día festivo, y no pudo comprar comida para gatos. Nuestros amigos gatunos, cuando tienen hambre, forman un coro sobre la mesa de la casa de piedra que ni los niños de la Escolanía de Montserrat. Después de que ayer acabaran con nuestras reservas de atún y sardinas, que amablemente nos habían traído Mika y Adam en su última visita, hoy ya era prioridad alfa traer alimentos para estos niños gatunos. Si serán perezosos, que hay un ratón dentro de casa y no se molestan en intentar cazarlo: sólo saben maullar miauuuuu para que les pongamos comida. Para acabarlo de arreglar, el coche tiene el depósito en reserva, justo para ir a la gasolinera a repostar...¿situación límite? ¡No para mi Iron-man! Ni corto ni perezoso, ha cogido la bicicleta y se ha ido al pueblo, atravesando barrancos y carretera bajo un sol tórrido. Ha traído provisiones y ha regresado cual héroe, pues lo estaba yo esperando con hojas de laurel para coronarlo. Y es que, no me digáis que no está guapo...
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