Ya cansados de que el arbolito sufriera mil y un percances, lo tenemos dentro de casa. La criatura es sumamente delicada, y tampoco le pueden dar los rayos del sol directamente, porque si no se achicharran las hojas, y se queman por completo. Tampoco le conviene el viento muy fuerte...en fin, como ya indica su nombre, su sitio es Constantinopla. Todo lo demás está fuera de lugar.
Es muy graciosa, porque cuando llega la noche, cierra los foliolos replegándolos sobre sí mismos, como diciendo: a tomar viento todo ya, me voy a dormir y a soñar...con Constantinopla.
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