viernes, 24 de diciembre de 2010

AMARGOS REYES MAGOS

Tema delicadín: los Reyes Magos, Papá Noel y el cariñoso engaño a los niños. Desde siempre, el tema de la tradición de los Reyes Magos y los regalitos que trae un señor nórdico bajando por chimeneas, o subiendo por fachadas cual ciudadanos amigos de lo ajeno siempre me ha parecido cruel. Cruel con los niños. Sí, vale, cuando son pequeños, se lo pasan muy bien, tienen una ilusión muy grande...pero cuando he ido a una cabalgata de Reyes, me he puesto a mirar la cara de la gente, y sinceramente, me parece que esta fiesta está hecha más para satisfacer y acallar conciencias de los padres que para honrar las ilusiones infantiles. Hay gente cuarentona con ojos como platos a la que, literalmente, se le cae la baba.
No he visto escena más cruel con un niño como protagonista que una vez, en el patio de un colegio, cuando un niño le dijo a otro la verdad sobre los Reyes Magos: la criatura receptora de tan terrible revelación quedó como petrificada, empalideció, y en silencio, empezaron a caerle de los ojos unos lagrimones como uvas. Sólo por evitar a una criatura semejante momento inolvidable de decepción suprema, hubiera dado algo de mí. Seguro que ningún padre ha sido testigo de semejante instante: los hijos, en un acto de amor que los honra, callan y en silencio aprecian lo que han hecho sus padres por ellos durante tantos años...Y el tema de los Reyes queda entre nieblas in aeternum...Ya nadie habla más de ellos, solamente una sombra de decepción en los ojos del hijo da a entender a los padres: ya lo sabe...
Yo, si hubiera tenido hijos, les hubiera explicado que en esta época, los seres humanos nos obsequiamos unos a otros con regalos, para darnos un poquito de amor, y que los regalos se consiguen con esfuerzo, bien con dinero, bien haciéndolos nosotros mismos, pero que cuestan: no los traen los trineos voladores ni los camellos de Oriente. En fin, cada cual obre según su conciencia.
Para finalizar, os diré que como mi abuelo materno era rojo, tuvo que exiliarse a Francia en la posguerra. Mi abuela quedó en España sola, y sola crió a 4 hijos. Las monjas y los curas les dieron la espalda. Por ser mujer de un comunista, no había trabajo ni comida para ella ni para sus hijos. Los Reyes Magos traían, con suerte, un trozo de pan y un poco de chocolate. Mi madre siempre le preguntaba a la suya si habían sido niños malos, porque no dejaban una muñeca...

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