Es gratificante comprobar cómo, cuando se respeta el medio ambiente y se intenta agredirlo lo menos posible, integrándonos al máximo en él, empiezan a rodearnos seres que antes se mantenían alejados de nosotros. Ayer era el petirrojo, que se pasea alrededor de la casa y del huerto; hoy son las ranas, tan miméticas y difíciles de ver.
Cuando llueve en esta zona, las ranitas aprovechan para salir de sus encondites y pasearse por la superficie. El otro día tuvimos concierto de croar debajo de la casa de madera; ayer entró una ranita en el cuarto de baño: creemos que trepó por la tubería de la fosa, y apareció dentro de la taza del inodoro, tan ricamente. La llevamos fuera, a un lugar más adecuado para ella.
Hay gente que cuando ve animalillos dentro de la casa, se dedica a intentar matarlos escoba en ristre. Qué pena. Los animales no nos van a atacar. No digo que no tengamos prudencia, ya que una mordedura de serpiente puede ser peligrosa, o el contacto con la piel de algunas ranas y sapos puede resultar irritante; pero no es motivo para matar a estas criaturas. Aquí está la ranita, invitada a explorar otras zonas más adecuadas para ella que el cuarto de baño, más que nada para proteger su integridad de la familia gatuna, siempre dispuesta a jugar con todo lo que pillan..
Estas ranitas colaboran con nosotros eliminando insectos y pequeños invertebrados, y de esta manera nos ayudan al control de plagas.
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