jueves, 30 de diciembre de 2010

JET-SET Y PERROS

Estoy pensando en que fui un poco dura con los pijos en la entrada del otro día (Las cosas por su nombre: Vaqueira-Beret). Efectivamente, hay algunos de ellos que tienen animales. En concreto, perros. Eso sí, los nobles canes tienen que ser de raza, y con un pedigree que se remonte por lo menos hasta el arca de Noé. He tenido ocasión de conocer dos ejemplos pertenecientes a este grupo.
Una de estas familias era gente completamente forrada. Al tenerlo todo al alcance de la mano y al tener servicio (incluidos nosotros, que éramos los jardineros) no se movían, y al no moverse, estaban obesos. Tenían un pastor alemán de pelo largo, precioso. Pero el animal, al no moverse los amos, no hacía apenas ejercicio. Se murió relativamente joven, después de pasar por setenta analíticas y revisiones varias, que no detectaban anomalía alguna. Os diré que para lavarlo y peinarlo, venía una lavandería móvil canina.
El otro caso eran unos pijos-pera que se compraron la casita en la urbanización. Nosotros les hicimos el jardín. Tenían un pastor alemán precioso. Lo querían con locura. Pero cuando estuvo el jardín acabado y vallado, dejaron al perro toda la semana solo, porque en el piso molestaba. Naturalmente, éramos los encargados de dar de comer diariamente al can, y yo, como soy así, además le llevaba a pasear un rato por la montaña. Un día, estando los amos de fin de semana, lo encontraron muerto por la mañana.
En ambos casos, recibimos sendas llamadas telefónicas a las 8 de la mañana de un domingo: que por favor, que fuéramos, que les daba cosa tocar al perro muerto y que no querian que lo vieran los niños, y había que sacarlo de allí.
Evidentemente, yo, con mi modo basilisco activado, echaba fuego por las muelas; ¡pero que se cree la gente!; pero mi marido, que va ya para la beatificación en vida, tipo José de Arimatea, me dijo que no costaba nada ir, que más que nada era por los pobres animales, que habían sido nuestros amigos. Y ahí fue, a cargar con perros muertos. En el primer caso, lo guardaron en el garaje, para ser incinerado posteriormente y tener la urna sobre el mueble del comedor. En el segundo caso, para ser tirado por un barranco monte abajo.
Cómo querían a los animales...
¡Ah! Y en el segundo caso, como no había ya que dar de comer cada día al perro...pues se acabó el mantenimiento del jardín, que venían malos tiempos y tenían que ahorrar...toma ya.

Dedicado a mis amigos Balto y Lobo.

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