El durillo o viburno es un arbusto que a mí me encanta. Sea cual sea la estación del año, nos ofrece un adorno u otro: en otoño, maduran sus frutos de color negro púrpura. Y ahora, cuando empieza lo más duro del invierno, aparecen sus inflorescencias, de color morado, que más adelante se abrirán en flores blancas. Cuando hacía jardines, siempre procuraba plantar durillos: resistente donde los haya, este arbusto aguanta heladas, sequías, vientos y lluvias sin inmutarse. Y el aspecto coriáceo de sus hojas es muy hermoso.
A las cabras les encanta, pero lo comen con cierta mesura. Los frutillos negros encierran el peligro de los purgantes vegetales.
Me puse muy contenta cuando vi que en esta zona crece de manera espontánea muy abundantemente. Es muy decorativo, alegra la vista. Es de agradecer que en el frío del invierno, una planta nos obsequie con sus alegres flores blancas, refugio de intrépidas abejas exploradoras que salen de los panales antes de tiempo, a ver qué tal está la cosa...
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