Pocos mortales han tenido la oportunidad y el privilegio de sentarse y sestear con el mismísimo Vellocino de Oro. Puedo decir que yo soy una de esas personas. Y no sólo puedo gozar de su proximidad, sino que puedo acariciarlo, y reposar a su lado; además con el gato blanco en el regazo, los perros, el resto del rebaño...
El momento no ha durado mucho: a Peque le gusta estar sentadito a mi lado, pero sólo un breve ratito; un suspiro en la eternidad...pero mío para siempre, permanecerá en la memoria del Universo como uno de esos instantes perfectos por los cuales los dioses se tomaron la molestia de crear los mundos.
2 comentarios:
Siento una gran envidia sana.
Pues venga, a animarse y a buscar el vellocino de oro, que seguro que tú también lo puedes encontrar.
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