martes, 8 de febrero de 2011

GENTE CON DON


Hace tiempo, a nuestra perra Niba le salió un abceso en el lomo. Como estaba leyendo un artículo sobre Reiki y curaciones por imposición de manos, pensé en probar qué tal funcionaban estos métodos. Me pasé la tarde concentrándome e intentando sanar a mi amiga canina.
Al día siguiente, tuvimos que bajar al veterinario porque el bulto se había hecho el doble de grande...
O sea, que virtudes sanadoras, parece que de momento no tengo.
El que sí que tenía lo que antes se llamaba un don era mi bisabuelo materno Juan. Este hombre era muy especial: cuando la familia decidió partir de Murcia hacia Barcelona, allá por los años 30, lo hicieron en barco desde Cartagena. Pero mi bisabuelo dijo que él en eso no se subía, y que iría caminando. Y así fue, después de varias semanas de ir caminando, llegó a Barcelona, según mi abuela María lleno de piojos y pulgas, porque dormía en pajares y corrales.
Sufrió un accidente: un carro le pilló la pierna entre la rueda y el bordillo de la acera (en aquellos años en Barcelona había carros tirados por caballos para transportar mercancías) y se la tuvieron que amputar: llevaba una pata de palo. Pero tenía una característica especial: reía en todo momento, según dicen, era como un cascabel, siempre con la sonrisa puesta, para todo el mundo.
Pues este hombre tenía un don: podía curar animales por imposición de manos. Efectivamente, le llevaban un animal enfermo: él se lo miraba, y decía si se podía curar o no. Si se podía curar, le ponía las manos encima (mi abuela decía que se le ponían muy calientes...) y al cabo de un rato, el animal se levantaba, y estaba curado. Tal fue su fama, que le empezaron a llevar personas para que las curara: jamás quiso usar su don para sanar seres humanos.
Eso sí, tenía la señal de la gente que tiene este don: abría la boca, y en el velo del paladar, tenía grabada una cruz, una protuberancia carnosa que le iba de arriba abajo y de derecha a izquierda. Ël decía que de ahí le venía su don.
Pues yo...no tengo esa cruz. Así que me voy en plan eremita, a ver si me inspiro, caminando por entre las rocas de los acantilados...quizá mi bisabuelo no me dejó en herencia el don, pero sí que me dejó su sonrisa y sus ganas de caminar...

3 comentarios:

Celina dijo...

gue bonita foto robin me estas ensenando gue la vida es bonita donde guiera gue se encuentre uno se te guiere

Marta dijo...

Que bonita historia la de tu bisabuelo.

Robin dijo...

Lo que más me destacaban siempre de él era su risa: siempre estaba riendo. Debía ser una de esas personas que son felices simplemente por estar vivos. Porque se ve que tenían muy poco dinero.