Volvió para decirnos que se iba. Para contarnos que las hadas le habían dicho que si se iba a vivir con ellas a su país para siempre, ya no le dolerían más las patas y podría caminar bien, ni tampoco tendría ese dolor en el lado derecho de la barriguita. Y que ya no sería más un perro viejito, y se le iría ese telo de la mirada que tenía el otro día.
Ahora sí, Tom se ha ido. Como todo lo importante que pasa en este mundo, se ha ido al tercer día. Estuvo con nosotros dos días más, y al tercero se fue. No ha servido el volver a iniciar el tratamiento con vitamina B y el protector hepático; esta vez ya no. Ayer no comenté nada, porque pensaba que, como el otro día, aparecería de repente. Pero hace dos noches, se levantó de su colchoncito del porche de madera, y se fue, caminando con la luz de la luna, ya menguando. Mi marido lo siguió un rato, para que no se perdiera otra vez; al poco tiempo, Josep volvió, diciendo: ha dado el paseíto y ya vuelve, está en el camino...y no volvió.
Yo lo quería...