Aquí tenéis mi bandeja con los tomates que han sobrevivido del semillero de porexpan. Murieron exactamente el 50% de las plantitas, y si recordáis, mientras iban muriendo una tras otra, encomendé las que quedaban al Maligno; pues, aunque parezca contradictorio, fue mano de santo: dejaron de morir y van medrando. Tema para la reflexión.
De todas maneras, para asegurar el tiro, las he puesto en estos semilleros más grandes, y en lugar de usar la mezcla que preparé con tierra de la zona, rellené los casilleros con tierra que traje de mi huerto de Pinedes. Con esta tierra conseguí allí, en poquísimos metros cuadrados, una tomatada espectacular, y tuvimos tomates para comer todo el verano, el otoño y para hacer conserva de la que comimos durante un año.
Como dicen que no hay mal que por bien no venga, el que no se conforma es porque no quiere: había hecho planter para regalar a Juan y Leti; digamos que han muerto justamente las plantitas que estaban destinadas a ellos. Oh, qué pena...
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