miércoles, 1 de diciembre de 2010

TECHO GRATIS PARA LA AMPLIACION DEL CORRAL


Acabamos de llegar de buscar las uralitas al barranco: una odisea.

Como mi marido es muy suyo, y no quiere que nadie le vea recogiendo cosas tiradas, hemos tenido que esperar que se fuera la cuadrilla de moros que está recogiendo las olivas de la finca vecina. Entonces hemos bajado al barranco. Pero hemos bajado a pie, para conservar mejor el anonimato. Cerca del barranco hay un maset deshabitado, y mi marido insiste en que no quiere que nadie nos vea rondar las casas. En parte tiene razón, luego si por casualidad hay algún desperfecto, la gente siempre pensará que has sido tú si te ven rondar. Así que compartiendo su opinión, nos vamos caminando. Nos han acompañado los perros Troya y Boli, en parte por si hay algún imprevisto, en parte porque cualquiera les dice que no cuando hay aventuras a la vista...
A media bajada, nos hemos dado cuenta de que no hemos cogido ninguna linterna. Bien. Y al llegar a medio camino, mi marido me ha convencido de coger un atajo campo a través.
Hemos encontrado las uralitas, pero ya casi no se veía nada. Las uralitas estaban entre unas zarzas y pinchos variados, claro está. Así que como he podido, he cogido dos de las más pequeñas y me las he puesto encima de la cabeza. Mi marido ha cogido las más grandes, y ¡hala!, a subir a casa.
Hemos vuelto por el camino, porque yo lo siento, pero la subida campo a través ya me superaba. Y la verdad es que no sé cómo no me he despeñado, porque es que no se veía tres en un burro. Mi mario no tiene problemas, se ve que tiene retinas de visión nocturna, porque no tropieza ni una sola vez el tío. Pero bueno, techo gratis para el corral. Mañana lo pondremos y quedará acabada la ampliación. En la foto, uralitas fantasmales en el crepúsculo, ya en casa.

2 comentarios:

Bishop dijo...

Muy buena caza. Eso de coger cosas es muy curioso, en Madrid la gente coge muchas cosas que otros tiran sin ningún pudor ni vergüenza, y gente bien vestida y aparentemente de economia desahogada y como la gente lo sabe tira las cosas colocadas para que otros los puedan aprovechar, sin embargo, en Salamanca, si tiras a la basura un lingote de oro a la vista de todo el mundo seguro que hay gente que prefiere que le corten el brazo antes de cogerlo

Robin dijo...

La gran ciudad favorece el anonimato. Los que somos de ciudad, como yo, que nací en Barcelona, tenemos menos remilgos,porque la probabilidad de encontrarte con alguien conocido en el acto de coger algo es muy baja. En cambio, mi marido, que es de Igualada, villa de 30.000 habitantes, tiene pánico a que le vean coger algo, porque lo considera una pequeña deshonra. Y en poblaciones pequeñas, luego la frase es: ¿has visto al hijo de Fulanita cogiendo cosas de la basura? Los ex-urbanitas tenemos esta ventaja, somos menos escrupulosos. Los escrúpulos los enviamos a la m....hace tiempo.