Esta niña de la foto es una acacia de Constantinopla. Este arbolillo tiene la virtud de mover los foliolos de las hojas, de manera que los puede plegar y desplegar según la intensidad de la luz. Cuando es de día, están totalmente desplegados, para captar la mayor cantidad de luz y de dióxido de carbono. Antenitas a tope. Y de noche, se repliega sobre sí misma, porque ya no necesita la luz, y así descansa y se dedica a respirar, pues de noche las plantas realizan el proceso contrario a la fotosíntesis y captan oxígeno para producir dióxido de carbono.
En la primera foto, la acacia está a punto de despertar, una vez hemos abierto los porticones de la casita. En la segunda, se despereza, y abre las antenitas. ¡A fotosintetizar se ha dicho!
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