Está lloviendo, una lluvia fina de otoño. Hace viento. Es el momento ideal para contar una historia al lado del fuego de la estufa.
Os voy a explicar una especie de cuento para reflexionar, de nuestros antepasados celtas. Las historias celtas, bien por malas traducciones, bien porque ya de por sí ellos estaban un poco idos, a veces son un poco extrañas. Pero bueno, esta parece estar hecha para pensar y además salen corderos, que es lo que nos interesa más. Está escrita en una antigua recopilación celta que recoge historias, los Mabinogion.
Pues bien, pensad en un río. A cada lado de la orilla hay un rebaño de corderos: uno blanco y el otro negro. El río puede atravesarse por un vado. A veces, un cordero negro balaba: entonces, uno blanco atravesaba el vado, y se volvía negro. Y al revés, cuando un cordero blanco balaba, uno negro pasaba el río y se convertía en blanco.
Esta sencilla historia nos puede hacer pensar en varias cosas; lo primero que me viene a la mente es la imagen del ying-yang oriental: nada es del todo blanco o negro, todo tiene un germen del contrario en sí. También pienso en que nada es para siempre irreconciliable: el diálogo (el balido) puede hacer que haya comunicación (el paso del vado) y nos podemos entender. Y finalmente, la conclusión final que veo en este momento, es que realmente nada importa demasiado, no importa realmente si eres un cordero blanco o negro, y que todo es cambiante (el río), y que todo puede variar según el momento en que miramos. Así que no tenemos que preocuparnos demasiado de las cosas, vivamos tranquilos, como los corderos pastando y balando, y pasando los ríos si es necesario para entendernos con los demás.
En la foto: mis cabras cruzando un camino. De momento no tengo ninguna blanca...
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